
Como siempre Italia recurrió al dicho de nadar y guardar la ropa, un golito al minuto de empezar el partido y 89 minutos de aguantar el chaparrón con sus artimañas, juego sucio y desquiciante. Parecía que se les iba a borrar la sonrisa de la cara cuando Ferguson anotó (en fuera de juego, todo hay que decirlo) el empate al recoger un rechace tras una falta lanzada por McFadden a los 20 minutos de la segunda arte. A partir de ahí se pudo descubrir el juego de la nueva Escocia, nada de patadones al área y juego de choque, ahora hay paredes, carreras por la banda, juego de toque, triangulaciones, verticalidad y lo que es peor una falta de gol (al menos hoy) alarmante. Si Mc Fadden hubiese aprendido a chutar con la derecha o Miller estuviese más fino con la izquierda, ahora habría miles de pubs abarrotados de escoceses borrachos cantando la victoria de los de McLeish. Pero cómo son las cosas, que en el descuento una falta inexistente sobre Iaquinta (fue él quien empujó al defensor) propició que Panucci en un remate de cabeza que más bien parecía de Inzaghi anotase el gol de la victoria italiana.
Hoy es un día triste, otro de tantos, en el que al final los grandes pueden contra los pequeños injustamente y donde un montón de ilusiones se van al garete en un minuto...
Al menos me queda la satisfacción de comprobar que esta selección (Escocia) tiene mucho que decir en el futuro y que cuenta con jugadores de gran calidad y un entrenador que ha cambiado la filosofía de juego para hacer de su fútbol, no solo emoción y pundonor, sino también alegría y calidad.
¡Que aprenda Italia!